Acerca de mí, no me puedo quejar en absoluto: me muevo entre los 69 y los 71 kilos, de ahí nunca paso, y como saludablemente siempre... Excepto los fines de semana, ya sabéis.
No he decidido venir sin embargo para hablaros de mí, que ya veis que no hay mucho cambio en mi vida, no. He venido a traeros una reflexión. Desde hace un tiempo he venido observando en el complejo y profundo mundo de la Interné un movimiento -que normalmente se incluye dentro del feminismo, lo cual me fastidia bastante- cuyo objetivo es, a grandes rasgos, normalizar la obesidad. "Fat acceptance", como bien dice el título. Esto me ha llevado a ir, progresivamente, indignándome cada día más. No, no estoy a favor de esto, lo veo absurdo, dañino, surrealista. Y os explico por qué.
Empezaré aclarando que esto no tiene nada que ver con lo que por ahí se conoce como "fat shaming" o "fatphobia", que en cristiano sería (malditos anglicismos): ridiculizar y, en general, meterse con las personas obesas sólo por el hecho de estarlo. Increíblemente, existe mucha gente que cree que éste es el camino para hacer que alguien con obesidad supere su problema; para mí es algo tremendamente ruin. No hablo sin saber, yo he sufrido el fat shaming la mitad de mi vida, y no sólo en el colegio, sino también en mi propia casa. Los que me conocéis os imaginaréis qué ocurrió como consecuencia de aquel acoso que sufrí durante tantos años: uno de los periodos más amargos de mi vida, en los que era capaz de autodestruirme con tal de no estar gorda. "Porque si eres gordo, no eres persona; si eres gordo, eres menos que los demás; si eres gordo, no tienes derecho a nada; si eres gordo tienes que meterte en un agujero y morirte allí". Eso es lo que se me dijo una y otra vez desde que tenía cuatro años. Os podéis imaginar las consecuencias.
Ridiculizar y acosar a alguien por el hecho de ser obeso no funciona. Y no me cansaré de decirlo. Acosar a una persona de esa manera lo único que le genera es depresión y ansiedad, lo que deriva en dos situaciones (ambas perjudiciales): una en la que acaba comiendo aún más, buscando refugio en la comida; y otra en la que acaba con un trastorno alimenticio, obsesionado con el numerito de una báscula. ¿De verdad es esa la solución? Ya os digo yo que no lo es, pero tampoco lo es lo que os voy a contar a continuación.
Desde hace unos meses vengo encontrándome en muchos sitios fotos de mujeres con un sobrepeso/obesidad considerable en las que dicen enorgullecerse de su grasa y de su cuerpo. Y os voy a poner el ejemplo más reconocible y recurrente de todos: la mundialmente famosa Tess Holliday, que es esta mujer que está a la izquierda.
[Atención: que esto no es una crítica a su belleza. A mí, la verdad, me parece una mujer guapísima, que tiene estilazo, que se pinta divinamente, además de que habrá mucha gente que le atraiga su cuerpo tal y como está (porque oye, eso es subjetivo y no tiene nada de malo). Ese es otro asunto distinto.]
A lo que yo voy es a otra cosa, y es que una mujer de su tamaño es-imposible-que-esté-sana. Por mucho problema de tiroides, por mucho que camine todos los días, por mucha ensalada que coma, NO. Y me molesta profundamente que se esté empezando a difundir este tipo de cuerpos como algo bonito, saludable, y totalmente correcto. Dejando una vez más a un lado lo de ser bonito o no, esto NO está bien, NO es saludable de ninguna de las maneras. Esta chica tiene más del doble de posibilidades de sufrir diabetes, hipertensión, un ataque al corazón, problemas de articulaciones y un largo etcétera que una persona con un IMC normal. ¿Por qué se promueve ahora esto? ¿Por qué? Que exista cada vez más gente obesa no es motivo para que se convierta en modelo, ¡todo lo contrario! Es razón de alarma, síntoma de que algo está fallando. Si ahora de repente empezáramos a poner modelos fumando, ¿verdad que sonaría absurdo? Porque lo es. Y con la obesidad es tres cuartos de lo mismo.
Lo que nos falla es que existen dos extremos: por un lado, no respetar a la gente con obesidad y tratarla como algo que se ha de
ridiculizar; y por otro, intentar hacer ver que en realidad la obesidad
no es un problema y que hay que aceptarla como tal. Ninguno de los dos soluciona nada. Lo que hay que promover es la educación: por una parte, para que se conozca la manera de llevar un estilo de vida saludable y, por otra, para que se trate a las personas obesas como lo que son: personas con un problema de salud. Un problema que tiene solución, con una dieta llevada por un profesional y, sobre todo, una firme determinación por parte de la persona. La obesidad tiene cura, sólo hay que querer curarse. Igual que cuando uno fuma, igual que cuando uno bebe, igual que cuando uno es adicto al juego.
También tengo que decir que esto no es una crítica al movimiento que promueve el amor al cuerpo propio (anglicismo de nuevo: body positivity). Uno ha de amar su propio cuerpo, básicamente porque no tenemos otro. Por eso mismo, matarse de hambre para ser delgadísima y comer demasiado sin importar la obesidad deberían ser contrarios a este tipo de pensamiento, no se deberían promover. De las dos maneras estás creándole un perjuicio a tu cuerpo, y esto no puede ser compatible con amarlo: tú no dañas lo que amas, y con esas conductas lo único que estás consiguiendo es una progresiva autodestrucción. Igual que fumando. Igual que bebiendo.
Y hasta aquí llega hoy mi indignación. Os haré saber si sigue creciendo. Me interesan mucho las opiniones que podáis tener al respecto, así que no os cortéis.
Espero también no haber ofendido a nadie. Desgraciadamente -o no-, he estado en todos los lados de la historia: siendo obesa, con sobrepeso, anoréxica y normal (bueno, me falta cachitas de gimnasio, cuando tenga dinero para uno lo intentaré), por lo que he procurado ponerme en el lugar de todos.
Nada más por hoy, amigos.
Os sigo leyendo.
Un besete.