Maldita sea mi estampa, que he tenido que leer mi última entrada porque no me acordaba qué era lo último que había escrito. ¡Hasta ahí llega mi dejadez! Pero, ains, qué semanita me he pegado, amigos.
Después de un finde de terror –en el buen sentido– que os comenté en la entrada pasada, en el pueblo con mi familia, mi novio y los dulces, volví a Granada con ánimos renovados... Ánimos renovados cuyo objetivo era uno, y sólo uno: no hacer absolutamente nada. Unos días tranquila, en casita, sin más responsabilidad que subir a clase unas horitas al día y volver. volver a no hacer nada... (suspiro)
La semana parecía avanzar feliz y relajada hasta que empezó a irse todo un poco de las manos. ¿Como cuando empiezas por una oncita de chocolate y acabas abriendo de paso un paquete de galletas para que no falte de nada? Pues así. Empecé unos días levantándome más tarde de lo normal y, a medida que iba pasando la semana, los días se me fueron atragantando, sin tiempo de nada. De repente, empecé a agobiarme, como si nada funcionara... Y en ese momento decidí que la etapa de estado vegetativo llegaría hoy, lunes, –tras un merecidísimo fin de semana dedicado a mi chati, que lo tenía muy abandonado–, a su fin.
La semana parecía avanzar feliz y relajada hasta que empezó a irse todo un poco de las manos. ¿Como cuando empiezas por una oncita de chocolate y acabas abriendo de paso un paquete de galletas para que no falte de nada? Pues así. Empecé unos días levantándome más tarde de lo normal y, a medida que iba pasando la semana, los días se me fueron atragantando, sin tiempo de nada. De repente, empecé a agobiarme, como si nada funcionara... Y en ese momento decidí que la etapa de estado vegetativo llegaría hoy, lunes, –tras un merecidísimo fin de semana dedicado a mi chati, que lo tenía muy abandonado–, a su fin.
![]() |
El día a día. Un no parar. |
Claro que el ajetreo vivo que fue el último mes tuvo cierto efecto en mi alimentación, como era de esperar. He aquí aspectos clave:
– ¿Durante el período de exámenes qué comí? Ni idea, sólo recuerdo olor a café.
– ¿El fin de semana en el pueblo qué aconteció? Voy a destacar tartas de cumpleaños ajenas.
– ¿Semana vegetativa? Lo que cayera o cayese, tampoco es que me preocupara en demasía.
– ¿Estos últimos dos días? Amor y pescaíto frito.
– ¿Me arrepiento? Qué va, me encanta comerme la vida, con todo lo que tenga que venir.
No obstante, he de confesar que son esas mañanas de rutina las que en realidad estructuran mi vida diaria. Mi señora madre crió a sus hijos como personas organizadas y consiguió que lo fuéramos –o al menos al 50%, aprox.–, por lo que el gustirrín que me dio esta mañana poder hacer todas las cosas que tenía pendientes y que me diera tiempo es del todo indescriptible.
Porque hoy sí que sí: mi madrugón, mi rutina, mis libros, mi plataco de
lentejas y a clase –voy a clase por la tarde, no desayuno lentejas,
¿eh?– Y así quiero seguir haciendo así las cosas, de forma ordenada. Me doy cuenta de que cuando soy más eficiente, me alimento y me siento mejor sin necesidad de mucho más esfuerzo. Y todo esto comienza de forma inevitable con levantarme a una hora prudencialmente temprana –para mí, las 9:00h. son un estrepitoso fracaso, para que os hagáis una idea–.
Igual no sabéis esto de mí, pero si hay dos cosas que me gustan en la vida son comer y dormir. Y si puedo elegir, duermo. Así que la dificultad del reto podemos decir que es astronómica (o no, la verdad es que no sé si ese adjetivo es correcto en ese contexto, pero ahí queda para gusto de todos).
Me paso a veros, guapérrimos.
Beso,
Noa.
PD: Tras el finde en el pueblo me pesó de nuevo: 74,5 kg. El viernes me volví a pesar: 72,4. Después me llaman loca a mí.