No os vayáis a creer que la comida es muy distinta.
Es mi forma de afrontar las situaciones de estrés. Necesito comer para parar mi cabeza, para no dejarla trabajar. Esto puede no parecer tan raro en una persona, el inconveniente llega cuando, al acabar con la comida, me acechan otra clase de sentimientos, esa voz que cuestiona una y otra vez mi forma de proceder. Eso me lleva al siguiente error: devolver. Alguien puede pensar que con esto intento "impedir" el perjuicio que pudiera producirme -engordar, lo que sea-, pero no es así. No todas las personas que sufrimos bulimia sentimos lo mismo, a pesar de que sufrimos la misma patología. A mí particularmente vomitar me produce un alivio indescriptible y me deja en un estado de tranquilidad profunda.
No estoy todo lo bien que me gustaría y tengo dos opciones:
1. Aceptar que ésta es mi forma de lidiar con los problemas y de desahogarme en tiempos de estrés e incertidumbre. Aprender a vivir con ello y procurar que ocurra lo menos posible, intentando buscar alternativas y otras salidas para desahogar el estrés: escribir, pasear, darme una ducha...
2. Volver a recurrir a la ayuda profesional. Si bien los psicólogos de la Seguridad Social no están especializados en esta clase de trastornos, siguen siendo profesionales y sabrán más que yo. Además, el peso de la recuperación no caería enteramente sobre mis hombros -sí un 90%, claro-, por lo que igual iría más desahogada.
Acepto consejos y sugerencias, sin embargo sabréis que esto tiene que salir de mí y mi reflexión con la almohada.
Ahora mismo no tengo mucho tiempo para contestar ni pasarme por vuestros blogs -¡lo siento!-, muchas sabréis lo que es la vida de hospital. Mi gordo sigue ingresado a la espera de una operación en la que le seccionarán parte del intestino, y estamos todos un poco nerviosos con la incertidumbre. Sobre todo yo, claro.
Procuraré sacar ratitos para escribir, que me hace bien.
Gracias por pasar.
Besos,
Noa.