martes, 20 de enero de 2015

¿Por qué lo hago así?

Vaya diita pasé ayer, qué hambre. No, no me gusta pasar hambre -como a todo el mundo, espero-. ¿Qué pasó? Pues que me equivoqué en el desayuno que hice: Media tostada con aceite y tomate.

¡¿Dónde están mis proteínas?!
Tras desayunar sólo y exclusivamente carbohidratos, el resto del día se me hizo cuesta arriba. Me fui a la cama con la barriga haciendo grgrgrgrgr del hambre. Y detesto eso a muerte.

A lo mejor estoy despistando a más de uno/a que me está leyendo, ya que normalmente se recomienda consumir los carbohidratos por la mañana y limitarlos en las horas más tardías del día. Bueno, yo no hago eso. No lo hago desde tiempos remotos -sí, la semana pasada-
¿Por qué no lo hago? Es una historia un poco larga -ja, perparaos-. Todo empezó cuando hace unas semanas topé con un artículo acerca de la dieta circadiana. Esencialmente, esta dieta se basa en el manejo de la interacción de algunos nutrientes con determinadas hormonas. Ya, esta es la teoría. A partir de aquí, y si lo buscáis en internet, vais a ver unos cuantos artículos contradictorios acerca de cuándo evitar los carbohidratos: unos dicen que por la mañana y otros que a partir de las 16h.
He intentado quedarme con los que me parecían más sensatos -en relación con mi experiencia-. Más o menos lo que dicen es que muchas personas se levantan con unos niveles muy altos de azúcar en sangre y que por ello no tienen hambre al levantarse -mi caso-. Estos niveles van disminuyendo hasta llegar a su punto más bajo a las 19h. aproximadamente.
Claro, a muchos a estas horas es cuando nos da la ansiedad por comer, por mucha pieza de fruta que hayamos merendado. Para evitar esta ansiedad, lo que se recomienda es aprovechar estos niveles de azúcar mañaneros para afrontar las actividades diurnas, consumir proteínas por la mañana y mediodía para, digamos, "estar más llenos" el resto de horas del día y dejar los carbohidratos para la tarde/noche -con moderación, claro-.

Vale, todo esto es muy bonito, pero tengo que aclarar: tras pasar una etapa nefasta de mi vida en la que seguía todas las fantásticas y maravillosas dietas que encontraba y llevarme un chasco tras otro, aparte de arruinarme la salud, yo ya no sigo más dietas si no me las prescribe el médico. Ya me lo decía mi abuelito: olvídate de las dietas, come lo que te guste, pero controla.

La pregunta del millón entonces es por qué me he estado tragando todas esas patrañas de la dieta circadiana. Porque lo identifiqué rápidamente con una etapa de mi vida. Al leer acerca de esto, recordé mis 15 años, momento en el que yo pesaba la friolera de 104 kg. En aquel momento tomé una decisión (no, no fue ponerme a dieta): lo único que hice fue sustituir las cenas que solía tomar por un bol de cereales integrales. No desayunaba al levantarme porque no tenía hambre, tomaba mi bocadillo de jamón en el recreo, almorzaba lo que mis padres cocinaban -que era un poco de todo- y cenaba mi bol de cereales. Además, no me cortaba si salía con mis amigas: me compraba mis chuches, bebía refrescos... ¡Era algo tan natural! Y esto siguió así durante dos años. A mis 17 años pesaba ya 78 kilos: había bajado más de 25 kilos. Sin dietas. Sin tampoco ejercicio -tristemente, ya que si lo hubiese hecho probablemente no me hubiese quedado fofita-.

Relacionando lo que os dije antes con esta apasionante historia de mi vida, llegué a la conclusión de que no hay nada de malo en consumir carbohidratos por la noche para perder peso, a diferencia de lo que se dice normalmente. Al menos no para mí (cada persona es un mundo).
Entiendo, además, que es interesante lo que dicen de desayunar proteínas, ya que son realmente saciantes y uno llega a las últimas horas del día con bastante menos hambre. ¿Suprimo entonces todos los carbohidratos? Nunca. Por dos motivos: uno, que no veo razón para restringir ninguna clase de alimento siempre que se consuma de forma moderada; dos, y más importante, amo el pan y no puedo vivir sin él.

Esto + frutos secos = mis meriendas.
Mi manera de actuar entonces se rige por esto. Intento concentrar bastante proteína en el desayuno y el almuerzo -claro que si me apetece pan por la mañana, como pan por la mañana. Poco, una rebanadita pequeña y en lo posible integral, pero lo incluyo-. He de decir que de cierta forma funciona, que noto que por la tarde, cuando me como una pieza de fruta, me lleno como si me hubiese comido un jabalí. A la hora de la cena ya invento algo, como por ejemplo, una crema de alguna verdura -puerro, calabacín, brócoli, zanahoria... etc.- y le añado una patatita. Me voy a la cama feliz como una perdiz sin pasar nada de hambre y sin ansiedad.
Llevo más de una semana intentando comer así, dejando un día a la semana libre para salir con mi chico y tomarme alguna cervecita, y la verdad es que va bastante bien -exceptuando el fin de semana pasado que se descontroló por otros motivos, jiji-.

Lo más importante de todo para mí es que no quiero hacer dieta: lo que es quiero cambiar mis hábitos alimenticios para que se adapten a mí lo mejor posible. Por supuesto que quiero bajar de peso, pero no puedo restringirlo todo para que, cuando tras matarme de hambre y llegar a mi peso-meta, vuelva a comer de todo y vuelva a recuperar todos esos kilos. A esto me gustaría añadirle un poco de deporte, pero eso ya lo desarrollaré en otro momento, que me duelen los dedos de escribir.


Qué rollazo acabo de meter, madre mía.
Besis.

2 voces:

Esther dijo...

¡Buenos días! Bueno...para mí que te escribo por la mañana jaja. He leído tus dos entradas, suelo hacerlo para conocer más a quien leo. He de decirte que tu historia con los problemas alimenticios y tal me han recordado bastante a mi. Pero es importante dejar ésa etapa atrás y ser capaz de ver en nosotras un potencial más allá que el de dejarse arrastrar por ese mundillo. Así que me alegro de que tú hayas dado el paso y que estés cuidándote!!
Sobre lo de dieta sí, dieta no...llámalo como quieras y haz lo que a ti te apetezca por que será lo único que te haga sentir bien y si tu estás convencida todo irá sobre ruedas. Un abrazo!

Unknown dijo...

yo también estoy intentando desayunar más proteínas. Algunos días tostadas con atún, y otros me dejo preparado por la noche unas pechugas de pavo que así sólo he de calentar por la mañana. Quizás añada también huevo más adelante o algo de pescado a la pplancha. Todo es ir acostumbrándose :) Y algún día, si apetece, pues por qué no, un bol de cereales con leche.
un beso guapa